El 15 de diciembre de 1977, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableció que cada 5 de junio se conmemoraría el Día Mundial del Medio Ambiente.
Con esta celebración, la ONU pretende concienciar y educar a la población mundial y a los gobiernos sobre diversos temas relacionados con el medio ambiente. Los principales objetivos son animar a las personas a desempeñar un papel activo en el desarrollo sostenible y equitativo, promover el importante papel de las comunidades en el cambio de actitud hacia las cuestiones medioambientales y fomentar la cooperación en favor de un medio ambiente sostenible para garantizar que todos los países y personas disfruten de un futuro más próspero y seguro. De hecho, las Naciones Unidas considera este día como uno de los más importantes, ya que a través de acciones se intenta concienciar y poner en marcha una acción global a favor del cuidado del medio ambiente.
Desde entonces, el Día Mundial del Medio Ambiente se celebra en diferentes países con múltiples actividades tales como concentraciones callejeras para exigir un mayor control y cuidado del medio ambiente, campañas de reciclaje y limpieza, conciertos ecológicos, grandes carteles en colegios e institutos, plantación de árboles, etc. Además, los medios de comunicación destacan la importancia de cuidar el medio ambiente y muchos países aprovechan la ocasión para firmar y ratificar los convenios internacionales para la conservación de la naturaleza.
Cada año la conmemoración tiene un país anfitrión y un tema central. Este año, el país anfitrión es Pakistán y el tema es la restauración de los ecosistemas (prevenir, detener e invertir la degradación de los ecosistemas en todo el mundo). De este modo, se pretende concienciar a la población mundial sobre la necesidad de recuperar los ecosistemas que han sido degradados o destruidos, así como de conservar los que aún están intactos. Sin duda, unos ecosistemas más sanos favorecen la conservación de la biodiversidad y proporcionan más beneficios en cuanto a suelos fértiles, disponibilidad de recursos y reservas de gases de efecto invernadero.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la restauración de los ecosistemas puede adoptar muchas formas, desde la plantación de nuevos árboles en lugares degradados hasta el intento de reducir las presiones sobre la naturaleza para permitir que se recupere por sí misma. La ONU reconoce la dificultad de llevar a cabo estas políticas porque devolver un ecosistema a su estado original es una tarea ardua. Las necesidades humanas de tierra cultivable o el desarrollo de nuevas infraestructuras en lugares que antes eran bosques impiden que ciertos suelos vuelvan a su estado natural. Asimismo, no podemos olvidar la constante evolución del clima, que obliga tanto a los ecosistemas como a las sociedades a embarcarse en un proceso de adaptación continua.
A pesar del mal estado medioambiental del planeta, especialmente en ciertas zonas altamente contaminadas, la ONU cree que es posible restaurar todo tipo de ecosistemas, por ejemplo, los bosques, las tierras agrícolas, los humedales, las ciudades, los océanos, etc. Para ello es esencial la colaboración de organizaciones y personas, desde gobiernos y empresas hasta comunidades e individuos. Por otro lado, la degradación del medio ambiente suele tener muchas y variadas causas y es de una escala muy diversa.
Las Naciones Unidas afirman que la restauración de 350 millones de hectáreas de ecosistemas terrestres y acuáticos degradados para 2030 podría generar unos 9 billones de dólares en servicios de los ecosistemas. Además, esta restauración podría eliminar de la atmósfera entre 13 y 26 giga toneladas (una giga tonelada equivale a mil millones de toneladas métricas) de gases de efecto invernadero. Desde el punto de vista económico, estas acciones son fáciles de calcular. Además, según la ONU, los beneficios económicos superan diez veces el coste de la inversión, mientras que el precio de no hacer nada es al menos tres veces el de la restauración del ecosistema.
Pero no se trata sólo de una cuestión económica: la restauración de los ecosistemas protege y mejora los medios de vida de las personas que dependen de ellos, ayuda a controlar las enfermedades y reduce el riesgo de catástrofes naturales, además de contribuir a alcanzar los objetivos de las estrategias de desarrollo sostenible.